Los oídos de Goma captan el parloteo de la aldea despierta mientras ella comienza a preparar la enseñanza de alfabetización al lado de la pista aérea de los wusuraambyanos. Con una sonrisa brillante dirigida hacia el cielo, da gracias a DIOS por haberla salvado de una vida de desesperanza.
“Yo solía pensar que nunca sería libre”, comparte Goma mientras recuerda cómo su madre la hacía trabajar largas horas en el huerto, cavando y sacando batatas, o la obligaba a cuidar a sus cinco hermanos menores mientras ella se iba a hacer apuestas.
En sus primeros años de adolescente, Goma tuvo muy pocas ilusiones; la vida era dura.
“Algunas veces, me escapaba del trabajo”, explica Goma. “Yo robaba un poco de dinero para apostarlo, o asistía a un baile. Pero todo se volvía más y más insatisfactorio —y todas las mañanas tenía que volver al trabajo; interiormente me sentía vacía”.
Pero Dios cambió la vida de Goma cuando comenzó a asistir a las primeras lecciones bíblicas de Fundamentos Firmes enseñadas por el misionero Andrew Goud.
“Comencé a ver que sí, mi vida carecía de valor —tal como siempre había pensado”, comenta Goma. “Pero la razón para la falta de valor era diferente a lo que yo pensaba —era por causa del pecado. Yo iba rumbo al infierno, pero luego vino Jesús y pagó el precio por mí para que fuera liberada”.
Después de aceptar a Jesús en su vida, regresó a su trabajo, pero esta vez lo hizo con un entusiasmo y un gozo renovados.
“El trabajo aún estaba allí, pero mi corazón había cambiado”, dijo Goma. “Al principio, fue duro obedecer a mi madre porque significaba renunciar a un tiempo para leer mi Biblia o para asistir a estudios bíblicos con las otras chicas. Pero cuando empecé a obedecer a mi madre, Dios se manifestó a mí en maneras asombrosas. Uno de los maestros bíblicos se fijó en mí y decidió casarse conmigo”.
A pesar de las protestas de su madre, la cual decía que ya no tendría a alguien que trabajara para ella, Goma fue dada en trueque a Josek, uno de los maestros bíblicos de la aldea.
“Mi esposo me trata maravillosamente”, comenta Goma con una sonrisa de oreja a oreja. “Y con mi matrimonio, Dios ha respondido otras oraciones también. Ahora tengo tiempo para alfabetizar y dirigir la escuela dominical —pero, ante todo, ¡tengo tiempo para leer la Biblia!”.